MATERIALES
La alegría y el aprendizaje

 

Alegría y aprendizaje

fragmento del libro PSICOPEDAGOGÍA EN PSICODRAMA

¿Por qué es difícil escribir sobre la alegría? Quizás tenga que ver con la propia característica de la alegría: algo cuya sustancia es no tener sustancia, materia.

            Algo tan corporal que no se la puede encontrar en el organismo.

            Entonces, el presente no va a ser un capítulo sobre la alegría. Aquí voy a escribir algunas frases, algunas ideas, ciertos recortes de experiencias.

Como dice Jorge Gonçalves da Cruz  "serán piedritas tiradas al agua"... Sabemos que lo alegre de arrojar piedras al agua no está en las piedras ni en el agua, sino en las ondas que en el agua se generan y en el propio gesto de arrojar..."

 

 

Hemos desterrado la alegría.

La tierra donde nace ha sido asfaltada. El cemento que la asfixia está compuesto de tedio, abulia, aburrimiento, desesperanza.

No es la tristeza la responsable de amordazar la alegría. Tampoco lo es la angustia. Por el contrario, sentir angustia es la muestra de que por debajo del cemento aún queda tierra fértil. Tierra húmeda, humus humano, por donde pueda brotar la autoría que irá resquebrajando el cemento.

Por el pavimento del tedio se deslizan fácilmente la frustración, la anorexia, la bulimia, la inhibición cognitiva, el síndrome de pánico y las drogas (las ilegales y también las recetadas). Y los niños, jugando a la intemperie de la asfaltada frustración de sus mayores, quizás busquen con "inquietud", "hiperactividad" y "desatención" algo de tierra debajo del alquitrán.

            Al pavimentar la alegría, la manía se ofrece como su tétrica máscara: la manía es la carcajada vacía. Siniestra mueca de sueños dormidos, aun antes de ser soñados.

            El conocer, escuchar, preguntar, abrir los ojos, mirar, hablar, pueden hacer sufrir, pero no matar la alegría ya que la alegría es el reconocernos con la posibilidad de cambiar y cambiarnos.

            Esconder, cerrar los ojos, tapar los oídos, callar, empastillar, medicalizar, traslada, disloca el dolor y enferma.

            Lo contrario de la alegría no es la tristeza, sino el aburrimiento, el omitirse, el desaparecer.

La alegría no es algo light que nos infantiliza, sino la fuerza que nos acerca a la potencia creativa, incisiva e indiscreta del niño y de la niña, que extraviamos en los vericuetos solemnes del éxito adulto.

Utilizo el término "infantiliza" refiriéndome al adoptar una posición que no corresponde con la edad. Cuando adoptamos una posición infantil, no conseguimos rescatar en el adulto precisamente la alegría del niño. La propuesta saludable es: "entrar en la adolescencia con el niño de la mano", "entrar en la adultez con el niño y el adolescente de la mano". Poder mantener el diálogo interior enseñante-aprendiente. Para que entre ambos lugares existan  puentes, intersecciones, posibilidades de pasaje, se necesitan fronteras. Ir como adultos a caminar por el territorio de la niñez y de nuestra niñez.

"Devenir niño", "devenir niña" -como nos propone Deleuze- no es volver para atrás, tomar la forma de niño. Es estar abierto para viajar a un territorio habitado anteriormente, pero abierto para encontrar las novedades y llevando el bagaje de adulto para aquella travesía.

 

Alegría y aprendizaje

 

La alegría como criterio de salud en aprendizaje

 

            En psicopedagogía no hay nada, o casi nada, escrito sobre la alegría. Aquello de lo que no se escribe no adquiere el status de pensable en una disciplina.

            En filosofía, psicoanálisis, psicopedagogía y hasta en pedagogía también se habla más de dolor, angustia, sufrimiento, problemas de aprendizaje, que de alegría y salud[1].

            El hecho que se omita pensar en la alegría, ¿en qué incidirá en la práctica psicopedagógica y en la propia conceptualización del aprender y sus posibles fracturas?

            Al desconocer la alegría y la emergencia del humor como criterios de salud en aprendizaje, como indicadores de cura y también como modos y lugares desde donde y con qué interpretar, señalar, escuchar, se pierden muchas posibilidades terapéuticas y se va generando un terreno donde se aburre- aburra el propio psicopedagogo.

            El aburrimiento se instala allí donde la alegría dejó un espacio vacío.

            Lo contrario a alegría no es la tristeza, sino el aburrimiento.

            Sé que existe algo inherente a la propia alegría y aun al humor, que dificulta su conceptualización, pero este obstáculo no puede ser impedimento.

            Quizás se necesita otra estética para escribir sobre la alegría. Diferente a la que estamos acostumbrados quienes escribimos sin ser literatos o poetas.

Sé que muchas veces interpreto desde la alegría y el humor (más aún, sé que la eficacia de algunas de mis intervenciones psicopedagógicas se debe a que son construcciones de humor); sin embargo, me resulta difícil transcribir o  relatar esas situaciones. Quizás sea porque ese humor, o esa alegría, no es algo que me pertenezca a mí, sino al espacio-instante construido entre mi "aprendiseñante" [2] y yo.



[1] A su vez, en poesía y literatura,se da más espacio al dolor que a la alegría, a la pérdida que al encuentro.

[2]Aprendiseñante es el nombre que le estoy dando al paciente psicopedagógico. 

 

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