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Alicia en el país de la medicina donde los niños tienen TDAH (Idioma: castellano)

 

Alicia en el país de la medicina donde los niños tienen TDAH

Autora: Silvina Sisterna. Psicopedagoga. Posadas, Misiones. Emailsilvina_sisterna@yahoo.com.ar   Participante del Curso Nuevos aportes de la Psicopedagogía clínica ante el cuestionado “diagnóstico” de ADD/ADHD. Marzo 2009

Los mitos que una sociedad constituye son cristalizaciones de significación que operan como organizadores de sentido en el accionar, el pensar y el sentir. Una sociedad opera por repetición insistente de sus narrativas, sosteniendo al infinito una trama argumental que funciona instituyendo ‘realidad’…

Arzeno (2004)[1]

Arzeno, con estas palabras tan maravillosas, nos permite adentrarnos a un mundo diferente y fantástico, como es la historia sobre la que nos referiremos en la presente nota –Alicia en el país de las maravillas-, pero que en el transcurrir de la misma veremos que encuentra puntos de contacto con nuestro mundo real.

Todos nosotros, en algún momento de nuestras vidas, tuvimos un acercamiento, ya sea porque nos contaron, o porque vimos alguna película, con este cuento popular escrito por el inglés Lewis Carrol durante el siglo XIX y, que luego veremos por qué, hoy tiene más vigencia que nunca.

A continuación, nos detendremos en un episodio a partir del cual proponemos analizar ciertos aspectos relacionados con el abuso de la medicación de la infancia.

Al comienzo de la historia, Alicia, luego de correr tras el conejo con el reloj, cae en un hueco profundo hasta llegar a una pintoresca pero pequeña casita en donde observa, desde un diminuto pasillo, un hermoso jardín (“Se arrodilló y al otro lado del pasadizo vio el jardín más maravilloso que podáis imaginar. ¡Qué ganas tenía de salir de aquella oscura sala y de pasear entre aquellos macizos de flores multicolores y aquellas frescas fuentes!”). Al regresar a la mesa buscando algo que le permitiera salir, se encuentra con una botellita con una etiqueta que la invita a beber su contenido. Ella lo hace y comienza a sentir en su cuerpo transformaciones que la llevan a encogerse hasta tener el tamaño apropiado para cruzar la puerta. El problema se le presenta cuando se da cuenta de que se había olvidado la llavecita de oro sobre la mesa, ahora inalcanzable para ella. Entre lágrimas, Alicia distingue un pequeño pastel con un cartel que dice “Cómeme” y, como en la primera ocasión, la niña decide comérselo mientras piensa «y si me hace crecer, podré coger la llave, y, si me hace todavía más pequeña, podré deslizarme por debajo de la puerta. De un modo o de otro entraré en el jardín, y eso es lo que importa». Al ingerir el alimento vuelve a sufrir transformaciones que la agigantan hasta apenas caber en la casa. Ahora inmovilizada por su tamaño, vuelve a llorar desconsoladamente.

Como hemos visto, a lo largo de este episodio, Alicia se encuentra en la búsqueda de una manera para ingresar al jardín que contempla desde el interior de la habitación,  búsqueda que se relaciona con el consumo de ciertos elementos “comestibles” que terminan derivando en cambios en su tamaño corporal. Es a partir de aquí que comienzan a sucederse inadecuaciones que, por diferentes motivos, no le permiten finalmente –al menos en esta parte- lograr su objetivo.

            Este fragmento puede ser tomado como un recorte de la realidad actual sobre el consumo de medicamentos durante la infancia y a partir de entonces podemos preguntarnos ¿Cuál sería la finalidad de medicar con psicofármacos a niños a partir de los 6 años de edad? ¿Qué propotipo de niño se quiere lograr? En la historia se percibe que para Alicia lo único que importa es ingresar al jardín (“De un modo o de otro entraré en el jardín, y eso es lo que importa”), en donde la finalidad es lo importante, y los medios pasan a segundo plano, aunque al final de cuentas y paradójicamente adquieren nuevo protagonismo al entorpecer su búsqueda. ¿Cuántas Alicias se están cultivando en las aulas de nuestras escuelas en donde niños que no tienen ese “tamaño” ideal para acceder al “jardín de flores y fuentes” son medicados para que alcancen los objetivos propuestos por estas instituciones?

            Son varios los especialistas que reflexionan sobre esta situación y analizan la creencia que posee la neurobiología actual sobre los trastornos psíquicos. Los expertos en esta área consideran que los trastornos psíquicos tienen un correlato físico –materializados en las células nerviosas- y por ende, desde esta óptica, es lógico, que se medique porque existe el “remedio” para tal disfunción. Lo cuestionable de esta creencia es que en el trasfondo de la misma hay un ideal de normalización (Tabakian, E., 2006). Siendo este ideal también emergente en el ideal del éxito en el sentido que se privilegia el resultado sobre el proceso, desubjetivando a la infancia. Tantos son los niños y niñas que necesitan ser normalizados para pertenecer al sistema escolar y no sucumbir al fracaso siempre al acecho. Si se legitima esta forma de accionar de la neurobiología se está garantizando la medicación en la infancia in aeternum. Y el “jardín de flores y fuentes” escondido será cada vez más inalcanzable.

Frente a este panorama, no podemos más que decir que la infancia está en riesgo, y haciendo nuestras las palabras de Oyarzabal, el riesgo se debe “al menos, por dos motivos: el primero, debido al consumo que altera los lazos que constituyen la infancia y el segundo, debido a la exclusión, que produce masivamente subjetividades desamparadas”[2].

Es hora de pensar el valor y la responsabilidad que implica hacer un diagnóstico a un niño que no atiende o que no aprende. Es importante ver que no se trata sólo de un niño desatento y/o apático, sino que hay que mirarlo debajo de su sintomatología, en su contexto familiar y su historia subjetiva.

Desde otra visión es necesario que nosotros, los psicopedagogos cambiemos las miradas que adjudican al niño la causa última de sus problemas y comencemos a observar nuestro propio accionar frente a este niño que clama por algo de atención e interés en su persona, hablamos de buscarnos a nosotros mismos como profesionales implicados en la trama vincular del diagnóstico psicopedagógico, hablamos de apasionarnos por entender qué sucede a este niño en estaescuela y con estos padres en particular (Fernández, Alicia, 2003). Y es entonces, cuando podemos comenzar a pensar en alternativas que destierren esta precoz dependencia a sustancias psicotrópicas y así, el jardín de flores y fuentes que tanto quería ingresar la protagonista al principio de la nota, se convierta en el presente de nuestra infancia.



[1] ARZENO, María Elena, Pensar, aprender, subjetivar. De la psicopedagogía a las prácticas de pensamiento, Buenos Aires: Grama Ediciones, 2004.

[2] OYARZABAL, Cristina, Niños débiles. Con-jugando quehaceres hacia la inclusión, Buenos Aires: Letra Viva, 2007, p. 73.

Silvina Sisterna


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