MATERIALES
El potencial transformador de la desatención

 

Introducción al artículo "El potencial transformador de la desatención" (publicado en Revista EPSIBA Nro. 12)

de María Sol Goncalves da Cruz

 “Juan no presta atención”; “el sujeto entrevistado presenta un trastorno atencional con hiperactividad”; “en este grado hay varios que no prestan atención, empezando por vos, Gabriela”; “Carlitos  es inteligente… pero no puede quedarse quieto”...Frases como éstas circulan desde hace tiempo en aulas, consultorios y hogares de nuestro medio.  También se multiplican  en medios de comunicación, revistas especializadas y de difusión masiva, congresos y también en folletos de los laboratorios.

El malestar de Juan, del “sujeto entrevistado”, de Gabriela, de  Carlitos… y de tantos otros niños que aparentemente “no prestan atención” y “no se quedan quietos” puede tener origen en una enorme multiplicidad de causas pero si algo tienen en común es que expresan un padecimiento subjetivo que se entrelaza tanto con la historia de cada uno de ellos como con sus contextos,  en una dramática socio-histórica que los incluye. 

Ese malestar que se expresa allí puede tener entonces el valor de un mensaje o un llamado,  pero para escucharlo es preciso ser receptivos a  lo que  tiene de singular, es decir a aquello que lo diferencia. Esto requiere tiempo. Un requerimiento que va de contramano con los algunos de los paradigmas de nuestros contextos actuales: vertiginosidad, competitividad, eficientismo, productividad….

De la mano con esos paradigmas avanza desde hace años la tendencia biologista, medicalizadora y privatizadora de los avatares subjetivos.  Desde los discursos hegemónicos  médico-hegemónicos-laboratoriales se nos intenta imponer la urgencia de suprimir ese malestar, acallarlo y para ello se va en búsqueda de lo que tiene de general borrando todo lo que le es más propio para introducirlo en la generalidad de una clasificación.  Se propicia una vía adaptativa: suprimir el malestar -que aparece como des-adaptación- para “reintegrar” rápidamente a la persona a sus ámbitos: el jardín de infantes, la escuela,  el trabajo,  el consumo…

 Una urgencia clasificatoria de este orden se ha extendido –casi como si se tratara de una epidemia- sosteniendo el “diagnóstico” de A.D.D./A.D.H.D., T.D.A./T..D.A.H. El mismo se basa en las categorizaciones del “Manual de la Asociación Psiquiátrica Americana” -DSM IV- y suele asociarse a la prescripción de un tratamiento medicamentoso al que ocasionalmente se suman indicaciones de modificación conductual dirigidas al paciente y, cuando éste es un niño, también a sus padres.  Debe llamarnos la atención la masividad con que está realizándose este "diagnóstico" y medicando en consecuencia.

Lo que ocurre es que la adscripción de un sujeto a un síndrome determinado (ADD, ADHD, ODD, TGD…) y la indicación medicamentosa en ningún caso provee las vías elaborativas que podrían hacer que el sujeto ya no necesite expresar su malestar de esa forma y a cambio –en abrumadora mayoría- propicia la desresponsabilización de todos los implicados (sea el propio sujeto, sea el propio sujeto y los adultos que lo rodean cuando se trata de un niño: padres, madres, docentes…) y de las instituciones por las que transita (familia, escuela, ámbitos laborales, etc....)

Se  enmudece así todo lo significativo que ese padecimiento (expresado como inquietud, desatención, abulia…) podría decirnos sobre la persona misma y su familia. Lamentablemente muchas veces esos malestares acallados, encorsetados y medicados hacen eclosión más adelante y con tal virulencia que difícilmente se pueda seguir sin oírlos (y en el mejor de los casos, escucharlos).

A la vez, se acallan las preguntas que ese padecimiento nos hace a nosotros mismos como padres, como profesionales y  como sociedad... ¿Tendrá alguna relación la hiperkinética sociedad en la que vivimos con la supuesta “epidemia” de ADHD que se diagnostica diariamente? ¿Tendrán alguna relación las variaciones en las modalidades atencionales que la era telemática impone con la dificultad de tantos niños y niñas para adaptarse a los requerimientos escolares?  

Por supuesto que en estos mismos contextos hay niños que consiguen transitar su escolaridad sin mayores obstáculos -o tal vez sorteando mejor los muchos obstáculos.  mientras que otros muestran dificultades de diversos órdenes. Dificultades que muchas veces y por diversas causas pueden incluir vicisitudes en la capacidad atencional.

 Por nuestra parte, entendemos que la clasificación “ ADD/ADHD” no puede pensarse como un diagnóstico psicopedagógico , ya que no se discriminan las diversas dificultades atencionales que pueden presentarse, ni su etiología, ni sus efectos, ni las condiciones clínicas del niño en que esos signos conductuales aparecen…Corresponderá entonces a los médicos proseguir su tarea, revisarla críticamente y procurar desentrañar, si es que la hay, la base neurológica de estas dificultades, lo cual aún no han conseguido. 

Pero esto no puede conducirnos a dejar de lado nuestra tarea (como educadores, psicólogos, psicopedagogos) que es pensar en las subjetividades en juego en el marco de los entramados institucionales que las conforman.

 

La patologización y medicalización de la infancia y la adolescencia –de la cual el “diagnóstico de ADD/ADHD” es un caso testigo- se despliega en múltiples direcciones. 

 En esta línea tienen creciente difusión algunas nuevas denominaciones, entre ellas el  “O.D.D: Desorden Oposicionista Desafiante”. Resulta alarmante que el actual énfasis en este supuesto “trastorno”  se asiente  en el  “descubrimiento casual”  por parte de un laboratorio de la droga que sería eficaz para su tratamiento (Probando la atomexetina como sustituto del metilfenidato -droga utilizada en el tratamiento medicamentoso del A.D.D./A.D.H.D- se “encontró”  que la atomexetina  no sólo “ayudaba” a los niños y adolescentes  a no distraerse sino que  a la vez conseguía tornarlos –cito textualmente- “mejor adaptados, menos rebeldes”[1]. Acorde a los experimentadores, esta droga: “No posee las contraindicaciones ni los efectos indeseados de la Ritalina. Es eficaz tanto para el A.D.D./A.D.H.D. como para el O.D.D. Es útil en niños y adultos. Puede ser un medicamento de venta libre”).  También nos encontramos cada vez más con la indicación de psicofármacos para tratar a los escolares que participan en situaciones de violencia/hostigamientos en las escuelas (que vienen ganando visibilidad bajo la categoría del “Bullying”).   

Avance de una tendencia que se asienta en una difusión creciente que torna cada vez menos cuestionables sus fundamentos,  logrando así una supuesta legitimidad que no se sostiene más que en esa misma difusión.Dice Silvia Bleichmar: “(…) una vez que un enunciado cobra carácter público y se asienta, en un momento histórico, como ideología compartida, es raro que alguien se pregunte por su cientificidad e intente poner a prueba sus formulaciones de origen. De tal modo ha ocurrido, a lo largo del tiempo, con las investigaciones que, a fines de los años ´60, postulaban un origen genético de la hiperkinesis infantil basándose en la aplicación de una metodología estadística de dudosa fiabilidad en lo que atañe a la corroboración de hipótesis de validez científica”. (S. Bleichmar, 1999).

Quisiera detenerme en una arista de la cuestión.  Frente a la inquietud y la desatención, frente a la rebeldía y la oposición…   “diagnosticadores” y laboratorios  operan  un rápido encorsetamiento de aquello que aparece como desadaptado   neutralizando   así su potencial transformador. Enfatizo el término potencial: las posibilidades de transformación favorecedora para una persona  se originan siempre en alguna “des-adaptación” -que probablemente aparezca como sufrimiento para ella y para quienes la rodean- pero se requerirá de diversas condiciones para que algo de ese sufrimiento se torne posibilidad.

El potencial transformador se inviabiliza al chocar contra el entramado de  “rótulos” y “medicalización” dirigidos a la rápida supresión del malestar. Se  expropia así a  las personas del saber que portan sobre sus padeceres subjetivos  y  de la posibilidad de preguntarse acerca de ellos. Se deslegitima en sus saberes a los adultos que rodean a esa persona, cuando se trata de un niño. Y esta expropiación va de la mano con la des responsabilización de las instituciones y la sociedad  por las que ese niño transita.

Siempre hay grietas por las que los niños y los adolescentes con sus malestares y síntomas continúan incomodando a los adultos y también hay adultos receptivos a ser incomodados.

Padres, madres, maestros, profesionales psi que en sus ámbitos –y muchas veces en forma solitaria- continúan pensando y produciendo experiencias e intervenciones por fuera de las tendencias hegemónicas, atentos a lo que la desatención denuncia." 

(...) 

 



[1] “Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry”, Nro. 44/3: 240.248,  Marzo de 2005.

 

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