Nos inquieta el cada vez más creciente número de niños y adolescentes que reciben el diagnóstico de ADD/ADHD(TDA/THDA: Trastorno por déficit de atención/ Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad).  Tiempo atrás esos niños y jóvenes hubieran sido probablemente denominados “hiperactivos”, “desatentos” o “hiperkinéticos”. Los efectos de tales denominaciones la mayor parte de las veces sólo implicaban darle un nombre a rasgos de los niños que incomodaban a los adultos (padres o maestros). Hoy, aquellas denominaciones han cedido su lugar al  “A.D.D.” o “A.D.H.D.”.

 

Desde hace tiempo observamos una generalización abusiva del diagnóstico A.D.D. / A.D.H.D. y del consiguiente suministro de medicación, llegando al extremo –por parte de algunos profesionales- de indicar su uso “a modo preventivo”. Así como tenemos constancia de algunas escuelas en países donde la legislación lo permite en las que llegada una hora del día,  la maestra anuncia “llegó la hora de tomar la pastillita” y distribuye el medicamento entre el grupo de alumnos a los que le ha sido recetado.

 

Un niño puede estar inquieto por múltiples motivos, incluso a veces la inquietación o mismo la hiperactividad puede estar indicando una inteligencia despierta, activa, cuestionadora y una falta de respuesta a la misma en el medio familiar y/o escolar o bien un llamado de atención en relación a diferentes problemas de orden psicológico o psicopedagógico, que deberían ser escuchados cuidadosamente. Es cierto que en algunos casos también puede responder a patologías orgánicas que requerirían de alguna medicación, como complemento al abordaje terapéutico interdisciplinario. Pero tales patologías (entre las cuales suele ubicarse al denominado ADD/ADHD) son muy variadas y siempre deben ser diagnosticadas con profundidad e interdisciplinariamente.